El Milagro de Bolsena




Es necesario precisar que la visión de Santa Juliana* no fue la única fuente que tuvo el papa Urbano IV para instituir la Fiesta de Corpus Christi: el Cielo confirmó su deseo con un milagro Eucarístico portentoso.
En el año de 1264, el padre Pedro, de la ciudad de Praga, Bohemia (hoy República Checa), tenía muchas dudas sobre el milagro de la transubstanciación. Agobiado, peregrinó a Roma para orar sobre la tumba de San Pedro. Regresando de Roma, pasó por la ciudad de Bolsena, y estando allí, cuando celebraba la Santa Misa en la Iglesia de Santa Cristina, en el momento de la Consagración, la Hostia se convirtió en carne y empezó a sangrar profusamente, manchando el blanco Corporal. El Padre Pedro envolvió la Hostia en el Corporal y lo dejó en el altar.
La noticia llegó a oídos del Papa Urbano IV, que se encontraba en Orvieto, cerca de Bolsena; quien hizo que le llevaran el Corporal y, al constatar el milagro, confirmó el celestial deseo que hace tantos años le había confiado la humilde monjita de Mont Cornillon, e instituyó en la Iglesia la Fiesta de Corpus Christi, cuya liturgia principal incluye una procesión por las calles de la ciudad, llevando a la Custodia con el Santísimo Sacramento expuesto para la adoración de los fieles.







*A los seis años, tuvo la visión de la luna muy brillante, pero atravesada por una mancha oscura.  La niña le comentó su visión a las religiosas, pero aquellas le dijeron que era mejor no desentrañar su significado. Juliana creció y a los catorce años pidió ser admitida entre las monjas. Sin embargo, aquella visión de su infancia volvía con insistencia a su memoria, llenándola de tristeza. Finalmente, estando un día en profunda oración, Juliana oyó una voz celestial, que le reveló que la luna significaba la Iglesia Militante, y la mancha representaba la ausencia de una fiesta litúrgica en honor al Santísimo Sacramento. El alma de Juliana se llenó de gozo y paz al comprender el significado.  
En 1222, Juliana fue elegida priora del Monasterio, mas con la autoridad obtenida sintió también la tremenda responsabilidad de manifestar al mundo lo que ella sabía que era la Voluntad de Dios: la fiesta en honor de Jesús Sacramentado.