Mensajes en Prado Nuevo (El Escorial)



Mensajes en Prado Nuevo, El Escorial, Madrid

EL SEÑOR:


Te pido, hija mía, que te sacrifiques por los sacerdotes. Crucifícate diariamente por ellos. Quiero que vuelvan al buen camino. Con el sacrificio y con la penitencia se podrá alcanzar esto, hija mía. 

Con el santo Rosario, que es la plegaria de mi Madre, podréis evitar, como te he dicho otras veces, hija mía, una gran guerra, una gran catástrofe y muchos peligros que hay en el mundo. 

Por eso te pido: crucifícate, hija mía, por los consagrados; muchos de ellos no honran mi Cuerpo. Quiero que hagáis actos de desagravio por esos agravios que cometen muchos sacerdotes, hija mía.

Te pido que seas fiel, hija mía, y seas fuerte. Las pruebas han empezado 
duras. Para ti es muy dura esta prueba. Pero sigue luchando, sigue, porque 
ni muchos de ellos mismos creen en la existencia de mi Madre. Y si no creen 
en la existencia de mi Madre, no creen en mi existencia. Que los sacerdotes y 
religiosos crean en nuestra existencia. Por eso os pido que reparéis con amor 
y hagáis actos de desagravio. No seáis ingratos.

Y muchos, hija mía, dicen que es obra del demonio. El demonio destruye, no construye. ¡Cuántas veces voy a repetir esta misma palabra! Obra del demonio es aquéllos que no cumplen con mi Evangelio, hija mía; aquéllos que ponen lo que les agrada y quitan lo que les molesta. Eso sí que es obra del demonio. Pero donde hay humildad y donde hay caridad, donde hay amor, Satanás no podrá, hija mía. Por eso te quiero humilde, muy humilde, para que Satanás no pueda entrar.

Refúgiate en nuestros Corazones: en el de mi santa y pura Madre y en el 
mío, hija mía. Que ellos te fortalecerán. No estés compungida ni triste, hija 
mía. Estamos contigo. Y, estando contigo nosotros, ¿qué te puede importar 
nadie?
No los critiquéis, hijos míos. Pedid por ellos. Están muy necesitados de 
oración y de sacrificio. ¡Pobres almas! ¡Cuánto las ama mi Corazón y qué mal 
corresponden a ese amor!

Amaos los unos a los otros. ¡Y cuidado con la lengua, hijos míos!, que es un 
cuchillo de doble filo, hija mía. No os critiquéis. Amaos comoyo os he amado, 
hijos míos.
Vas a escribir seis nombres; y hoy, hija mía, en recompensa a tu 
sufrimiento, serán escogidos por ti. Escríbelos en el Libro de la Vida y en el 
nombre de Dios.
..
¿Ves, hija mía, cómo tus sufrimientos son recompensados? ¡Vaya seis 
nombres, hija mía! Estos nombres no se borrarán jamás. Y ahora te 
pido humildad y sacrificio por las almas consagradas. ¿Ves a mi 
Madre, hija mía?
Voy a daros una bendición especial. Y esta bendición, hija mía, derramará muchas gracias y, especialmente, para aquellas almas que todavía no han ido 
al sacramento de la Penitencia y de la Confesión. Hacedlo hoy mismo. No os 
avergoncéis de vuestras culpas. 

Dad amor al Prisionero que está sediento de vuestro amor, hijos míos. 
Dadme amor, que mi Corazón está sediento. Y refugiaos todos en él, que estará abierto de par en par para vosotros.


Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo, que 
soy yo, y con el Espíritu Santo. Por eso os digo: el Hijo es Dios, el Espíritu 
Santo es Dios, el Padre es Dios. Es uno solo en tres personas, hijos míos, pero 
es el mismo. Ese misterio os será revelado cuando lleguéis a las moradas, 
hijos míos.
Bendecid a vuestros padres, hijos míos; que ellos os han dado el ser 
en mi nombre. Y honradlos, porque todo aquél que honre a su padre y a su madre entrará en el Reino de los Cielos, hijos míos. Sed humildes con ellos y amadlos mucho. No miráis vuestros defectos; no los miráis, pero miráis los de ellos. Primero mirad vuestros defectos y luego los de ellos, hijos míos. Os han dado el ser y les debéis la vida. Si no os hubieran dado la vida, no hubierais conocido a Dios, hijos míos. Desde aquí están bendecidos.
Levantad todos los objetos. Todos serán bendecidos...

Adiós, hijos míos. Adiós.