El Cielo está avisando, por favor escucha







A Agustín del Divino Corazón, Noviembre 27/09

María Santísima dice:

Hijos míos: es María, la Madre de Dios y Madre vuestra la que os habla. Abrid vuestros corazones en este mismo instante, permaneced embelesados ante mis palabras; palabras que caerán en la profundidad de vuestro ser como brisa fresca, como viento suave. Palabras que acrecentarán el palpitar de vuestro corazón porque desearéis sentirme, verme, abrazarme; desearéis sentir las caricias de una buena Madre para con sus hijos.

Desearéis recibir la leche espiritual que os suelo dar para que crezcáis fortalecidos y robustecidos en la fe.


La misericordia infinita de Dios me permite llamaros a una conversión perfecta y transformante. La misericordia infinita de Dios me permite mostraros el camino de la santidad, camino lleno de espinas, camino con algunos tropiezos, pero camino seguro de entrada al Cielo.


La misericordia infinita de Dios me permite anunciaros que muy pronto Jesús descenderá por segunda vez. Él vendrá a juzgar a la humanidad con misericordia y con justicia. Él vendrá a poner a unos a la izquierda y a otros a su derecha. Él vendrá a pagar el justo salario por vuestras buenas o malas acciones.


Hijos míos: no os dejéis extraviar por filosofías permisivas, por doctrinas laxas; doctrinas que acarrean consecuencias nefastas para el alma; doctrinas que os separan de Cristo Rey, de Cristo Resucitado, de Cristo Redentor. Permaneced en la sana doctrina, desechad el modernismo, desechad lo nuevo. Hay cosas que os hacen daño, hay cosas que aparentemente son buenas cuando muy en la profundidad de ellas hay tinieblas, hay oscuridad; es letal el veneno de satanás.


¡Cómo os amo mis pequeños! En esta noche os arropo bajo los pliegues de mi Sagrado Manto. En esta noche derramo sobre vosotros una lluvia de pétalos de

rosas; esos pétalos, vosotros mismos los formasteis, los creasteis con las Aves María, con los Rosarios bien orados, bien meditados.
Estad con vuestros ojos abiertos, con vuestro corazón unido al mío; cuando oréis el Santo Rosario, mi oración predilecta, no me entreguéis rosas marchitas, rosas mustias; entregadme rosas de vivos colores.


Hijos míos: no os dejéis ocupar en actividades triviales, en actividades que os roban espacios de encuentros con mi Hijo Jesús y encuentros conmigo. Sacad tiempo para la oración. Sacad tiempo de encuentros a solas con el Maestro del Amor.
Cómo quisiera que todos los hombres permanecieran en unidad continua con el Señor.

Cómo quisiera que mis palabras no cayeran en el vacío, que los soberbios reconocieran que en el final de los tiempos el Cielo está derramando gracias extraordinarias; el Cielo está avisando por todos los puntos cardinales de la tierra, está anunciando; que los hombres entiendan que soldado avisado no muere en guerra.

Si los hombres fuesen más prudentes, más humildes, más sencillos de corazón no desecharían mis palabras; acudirían de inmediato al Tribunal de la Misericordia, confesarían sus pecados y empezarían una vida distinta, una vida de gracia y de santidad. 

Es tan fuerte la tribulación que os espera, que sólo viviendo vida Sacramental, vida de oración, vida de mortificación, vida de penitencia: sobreviviréis, soportaréis todo en paz, en serenidad, confiando siempre en la misericordia de nuestro Señor Jesucristo.

Hijos míos: hay tantas almas que despreciaron los sacramentos, hay tantas almas a las cuales el Señor las llamaba a una vida de santidad, a una vida de acuerdo a los preceptos Divinos y la rechazaron por caminar en pos de cosas fatuas, de la vida sin sentido que ofrece el mundo y viven ya en un eterno lamento, en un eterno sufrimiento. Vosotros sois sumamente privilegiados porque este libro ha llegado a vuestras manos. Meditad en los mensajes de Amor Divino, en los mensajes de Amor Santo, y preparaos para que os encontréis cara a cara con Dios en el día de la iluminación de las conciencias. Preparaos para que escuchéis el sonar de las trompetas. Preparaos para que veáis esa gran señal en el cielo que muy pronto aparecerá, embellecerá el firmamento. Pero no tengáis miedo: Jesús os da una última oportunidad.

Por eso, hijos míos: de Colombia sale la gran luz. Gran luz profetizada por el Padre Pío de Pietrelcina y Martha Robin. La gran luz sale de Colombia, luz que iluminará al mundo entero. Orad pues, reconoced vuestros pecados y haced firmes propósitos de cambio. Os llevo entre mis brazos maternales

como a niños pequeños, a niños cándidos; humedezco vuestros labios con el néctar del Cielo.

Os bendigo, hijos amados de mi Inmaculado Corazón:. Amén.